La alimentación y la procedencia de los productos que consumimos nos preocupa cada vez más. Muchas veces los productos de pastelería y panadería no encuentran un lugar adecuado en nuestra dieta. Sin embargo, debemos aprender a diferenciar entre un buen alimento elaborado con productos naturales y con los tiempos adecuados de cocción y alimento refinado, ultraprocesado y sin ningún beneficio nutricional del que podamos aprovecharnos.
Hablar del pan es una buena forma de abordar este tema. El pan es uno de los productos más demonizados por la sociedad, uno de los que más gusta pero, también, uno del que más se prescinde. Numerosos mitos y creencias se han encargado de que veamos en él, el enemigo perfecto para tirar nuestra dieta saludable por la borda. Todo mentira, el problema no es el pan, es la cantidad de pan que consumimos cuando lo consumimos. El pan puede ser un complemento ideal para aportarle a nuestro organismo la cantidad de carbohidratos recomendada siempre que logremos identificar cuál sería un pan top!
No es lo mismo consumir una barra de pan congelada y horneada sin la fermentación adecuada, vendida por un supermercado o una grande superficie, que una bolla de pan con un precio más elevado pero un proceso de elaboración artesanal y minucioso.
Harina, agua, sal y levadura, un pan no necesita nada más para tratarse de un producto altamente saludable. Si es integral y de masa madre... ¡mil veces mejor!
El pan contiene vitaminas y minerales. Como el hierro, potasio, acido fólico, tiamina, niacina y riboflavina. La fibra que se encuentra principalmente en los panes integrales ayuda a prevenir el transito intestinal lento. Sin duda, el Pan es fuente de proteína de origen vegetal, la cual es naturalmente libre de colesterol.