La alimentación y la nutrición se basan, como muchas otras disciplinas, en las modas y tendencias del momento. Es por eso, que de repente, ingredientes que llevan existiendo toda la vida se vuelven protagonistas de nuestra cocina por los “superpoderes” o la riqueza nutricional que se les atribuye.
Un superalimento es aquel que tiene un aporte mayor de propiedades naturales con respecto a otros. Poseen una fuente de fibra, de vitaminas y de minerales. Estas propiedades ayudan a nuestro cuerpo para protegernos contra las enfermedades. También, un alto contenido en fitonutrientes y compuestos antioxidantes como el betacaroteno y las vitaminas A y E. Además, tienen una baja densidad calórica.
En los últimos tiempos, la industria y los medios de comunicación nos han vendido varios alimentos como si fueran realmente la panacea para mejorar la salud de una población que tiende al sedentarismo, a la comida rápida y a los ultraprocesados. Es el caso por ejemplo de la espirulina, las bayas de goji, el té matcha, el Açai, la chía… A menudo, se trata de productos importados de otros países con un alto valor en el mercado. Además, es cierto que casi todos los productos a los que podemos hacer referencia dentro de los denominados “superalimentos” aportan unos determinados beneficios nutricionales, sin embargo, de nada sirve alimentarnos de forma aislada con estos productos si nuestra alimentación no es saludable, limpia y equilibrada.
Los superalimentos, ¿Son para tanto?
La realidad es que a estos superalimentos se les atribuyen beneficios nutricionales como: alto aporte en fibra, ricos en antioxidades, poseen propiedades antinflamatorias, ayudan a controlar el colesterol, alto aporte de vitaminas y minerales… Basándonos en esto podríamos afirmar con rotundidad que los superalimentos no son para tanto. El por qué es sencillo de explicar. No es necesario llenar nuestra cesta de la compra con alimentos de este estilo ya que la riqueza nutricional de la dieta mediterránea nos permite gozar de todos estos aportes nutricionales con alimentos más habituales de nuestro día a día: el tomate, el ajo, la cebolla, el aceite de oliva.
Entre las propiedades de un simple tomate encontramos que ayuda a reducir el colesterol; evita enfermedades cardiovasculares y reduce el riesgo de infarto; ayuda a expulsar toxinas (efecto diurético) o su importancia a la hora de combatir infecciones. Por otro lado, el ajo mejora la circulación de la sangre, es bueno para combatir los resfriados y afecciones pulmonares, ayuda a reducir el colesterol, cuida nuestro hígado y nuestro aparato digestivo… La cebolla, por su parte, es diurética, antioxidante, anticancerígena, antidiabética y cardiosaludable. Todo esto, por no hablar del producto estrella, el oro líquido, el aceite de oliva virgen extra cuya propiedades nutricionales son incontables.
En resumen, la cocina mediterránea está llena de este tipo de ingredientes pero simplicando el tema, un buen sofrito casero elaborado con productos frescos también podría catalogarse como Superalimento. Sin embargo, como es más habitual en nuestra cocinas no lo valoramos como tal.