Un alimento o bebida fermentada es una transformación de estos mediante el crecimiento controlado de microorganismos, como bacterias, levaduras e incluso ciertos mohos. La fermentación ha sido utilizada por el ser humano desde la antigüedad como una forma de mantener los alimentos durante largos períodos.
La fermentación no solo otorga a los productos una firma sensorial única, sino que también puede mejorar su valor nutricional y la digestibilidad de varias maneras.
Aumenta la presencia de vitaminas, los alimentos fermentados son una fuente excelente de nutrientes y vitaminas esenciales. Algunos de los nutrientes que podemos encontrar en este tipo de alimentos son la vitamina B12 o la vitamina B9, más conocida como ácido fólico; y la vitamina K2, difícil de encontrar en alimentos no fermentados.
Ayudan a favorecer la digestión debido a que ya han sido parcialmente digeridos por bacterias o levaduras, por lo que resultan más digeribles para nuestro organismo.
Favorecen la absorción de nutrientes, la fermentación ayuda a descomponer y destruir los aquellos ácidos como, por ejemplo, el ácido fítico, que albergan el potencial de reducir la absorción de otros nutrientes beneficiosos para la salud como el zinc, el calcio o el hierro.
Favorecen la flora intestinal: los alimentos fermentados ayudan a poblar nuestro intestino de microorganismos saludables, por lo que, además de cuidar nuestro intestino, refuerzan el sistema inmunitario.
Los alimentos fermentados que contienen probióticos específicos aportan beneficios para la salud y pueden ayudar a incrementar la diversidad de la microbiota intestinal. Solo los alimentos lácteos fermentados como el yogur y algunos kéfires, pueden ser considerados probióticos debido a sus beneficios para la salud gastrointestinal.
Algunos ejemplos pueden ser, el chucrut que es una excelente fuente de vitamina C y vitamina K, el kéfir es rico en probióticos, lípidos y proteínas que favorecen la salud intestinal, la Kombucha, el miso o el kimchi.